La idea nace como un fiel recuerdo de ser niño, pasear en el tianguis, donde el cielo se ve oculto tras lonas multicolores, que cuelgan y bañan los pasillos con una luz vibrante y fragmentada, pintando sombras y destellos que dan vida al alma del tianguis. Es un rincón donde lo cotidiano se convierte en algo mágico.
La niña es la representación de alguien que carga cultura en sus manos y la catrina, que la ve pasar, con orgullo, admira como las nuevas generaciones aprecian las memorias y cultura de México.
Desafio de cidad vibrante
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